Hay guitarras que reproducen sonidos. Otras, los transforman. La Fender Telecaster Standard Acoustasonic pertenece al segundo grupo. No pretende ser ni una acústica con espíritu eléctrico, ni una eléctrica que simula lo acústico. Es una criatura híbrida nacida de una tecnología que se niega a elegir un solo camino. Aquí no hay límites. Lo que hay es una propuesta radical: que un mismo instrumento pueda responder con igual solvencia en un escenario rock, un bolo folk, una grabación en estudio o una improvisación casera. No se trata de hacer todo a medias, sino de ampliar la paleta de forma real. Y esta Tele lo hace.
Cuerpo Acústico: El primer detalle que delata su naturaleza dual es el cuerpo: reconocible al instante, pero no por ello convencional. Su silueta sigue los contornos clásicos de la Telecaster, pero incorpora una cámara interna diseñada para resonar como lo haría una acústica con caja de resonancia tradicional. La tapa de Pícea de Sitka maciza, reforzada desde dentro con una arquitectura pensada para sostener la vibración de forma eficiente, no está ahí solo por estética: es el corazón resonante de esta máquina de matices. La sensación al rasguear en seco, sin amplificación, ya anticipa que hay algo distinto: no se trata del timbre apagado típico de una eléctrica sin conexión, sino de una proyección clara, viva, sorprendente.
Electrónica Analógica: Ese comportamiento acústico no se queda en lo físico. El sistema electrónico desarrollado por Fender y Fishman lleva esa vibración a la salida con una fidelidad que no es común en las guitarras híbridas. A diferencia de sistemas piezoeléctricos planos o procesados, aquí la señal se recoge con un sensor acústico específico bajo el puente, y se mezcla —si así se desea— con la potencia más densa de una pastilla Shawbucker magnética, afinada para esta guitarra. El resultado es una versatilidad tonal que no exige renuncias: desde arpegios limpios de madera y aire, hasta riffs densos y texturizados con cuerpo eléctrico, sin necesidad de cambiar de instrumento. Todo con un potenciómetro de mezcla intuitivo, que permite navegar entre ambos mundos o combinarlos en capas.
Standard Acoustasonic Shawbucker: El máster luthier Tim Shaw, responsable de muchas de las pastillas más celebradas de la era moderna de Fender, diseñó esta Shawbucker con un objetivo claro: que no fuera simplemente una humbucker más, sino una extensión natural del carácter de la Acoustasonic. Ni agresiva ni plana, pero sí adaptable. Con la pastilla acústica sola, se obtiene un sonido redondo, claro, perfecto para fingerpicking o acordes abiertos con riqueza armónica. Al mezclarla con la Shawbucker, entra en juego una densidad cálida, más enfocada, ideal para pasar del folk al indie sin esfuerzo. Si se activa solo la magnética, se libera un rango más agresivo, con ataque definido y sustain, perfecto para líneas melódicas que necesitan proyección sin saturación.
Mástil Atornillado con Micro-Tilt: Otro de los elementos que aporta al control total del instrumento es el sistema Micro-Tilt en el mástil. Este mecanismo, invisible a simple vista pero vital en la configuración, permite ajustar con precisión la inclinación del mástil respecto al cuerpo, lo que repercute directamente en la acción de las cuerdas. El resultado es una sensación de ejecución personalizable, cómoda, coherente tanto para músicos que vienen del mundo acústico como para los que han pasado media vida en guitarras eléctricas.
Diapasón y Puente de Palo Rosa: La construcción del mástil es otro punto fuerte. El Palo Rosa en el diapasón y el puente no solo aporta un tacto suave y continuo, sino que enriquece el tono general con una calidez natural. No se trata de brillos artificiales ni de ecualizaciones impostadas: hay una riqueza tonal real, que crece con el toque y la dinámica. Tanto al tocar con púa como con los dedos, la respuesta es inmediata, y transmite sensación de madera viva, no de instrumento fabricado en serie.
Innovaciones: El sistema de resonancia interna SIRS (Stringed Instrument Resonance System), desarrollado por Fender como parte de esta línea, consigue que el instrumento vibre de forma controlada pero rica, algo especialmente útil al tocar con volumen alto. No hay feedback inesperado, pero sí vida en las notas. La sensación es que las cuerdas se comportan con una naturalidad que a menudo se pierde en guitarras con pastillas piezo. Aquí, todo vibra con sentido: la tapa, el aire dentro del cuerpo, la conexión con el mástil. Es un sistema integrado, no una suma de partes.